ABALLAY EL HOMBRE SIN MIEDO
de Fernando Spiner
Aballay era un gaucho mal llevado, resentido, ladrón,
asesino. Pero a veces la imagen que devuelve un espejo hace que una persona se
replantee toda su vida. En el caso de Aballay, ese espejo fue la mirada de un
niño. Luego de matar salvajemente a un hombre, la mirada aterrorizada del hijo
de su víctima le dio conciencia de su salvajismo, de su falta de humanidad. Y
ese golpe llenó a Aballay de confusión, de horror por sí mismo. En ese estado,
oyó hablar de los estilitas. Gente que, para alejarse de la tierra en que ha
pecado, y acercarse a Dios, decidía hacer una particular penitencia: subirse a
una columna, y no volver a bajarse de ahí por el resto de su vida. En el campo
argentino del 1900 no había columnas. Entonces Aballay decidió no volver a
bajar de su caballo. Pasan los años. Cumple su promesa. No toca el suelo. No
vuelve a asesinar, ni a robar. Hace rigurosa su penitencia. La gente empieza a
hablar de “El Pobre”, y su imagen empieza a tomar ribetes legendarios. Se
convierte, ante la mirada de la gente, en una especie de santo. Pero la mirada
de ese niño no lo abandona, y él sabe que en cualquier momento lo va a buscar.
Y lo va a encontrar.
Agüero 2502, C1425EID Buenos Aires
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martes, 24 de julio de 2012
La Nave de los Sueños
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