viernes, 22 de enero de 2010

Los orígenes del cineclubismo en la Argentina

Jorge Miguel Couselo

En 1927, León Klimovsky, entonces iniciándose como crítico de cine y de jazz, organiza en Buenos Aires las primeras exhibiciones de cine artístico en una biblioteca denominada «Anatole France». Se proyectaron El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene), Crainqueville (Jacques Feyder) y una versión muda de El doctor Knock o el triunfo de la medicina, la obra de Jules Romains, entre otros títulos, según testimonio de Ediciones Cine Arte (Buenos Aires, n.º 1, 1942).

Al año siguiente, 1928, se echan las bases del primer cine-club, con el nombre de Cine-Club de Buenos Aires. Klimovsky compromete la adhesión de Jorge Romero Brest, Horacio Cóppola, Héctor Eandi, Ulises Petit de Murat, Jorge Luis Borges, José Luis Romero, Leopoldo Hurtado, Néstor Ibarra, Guillermo de Torre, Marino Casano, César Tiempo y otros intelectuales. Klimovsky evoca (Cuadernos de Cine, Buenos Aires, n.º 3, 1955) que en 1928 comenzaron las proyecciones del Cine-Club Buenos Aires en la sociedad Los Amigos del Arte (en la calle Florida, más tarde galería Van Riel, hoy desaparecida), pero otras fuentes no lo afirman o documentan así. Las dos versiones pueden ser ciertas: que en 1928 se hicieran exhibiciones aisladas y que el primer ciclo orgánico fuera al año siguiente. A finales de la década del veinte y comienzos del treinta, Los Amigos del Arte fue una importante institución de artistas e intelectuales interesados en la difusión de la vanguardia y las nuevas corrientes en general, sobre todo en música, plástica y literatura. Auspició la visita a la Argentina de unas cuantas personalidades, entre ellas la de Federico García Lorca en 1933.

Según la revista literaria Nosotros (Buenos Aires, n.º 247, diciembre de 1929), la primera temporada del Cine-Club Buenos Aires en Los Amigos del Arte se llevó a efecto entre el 21 de agosto y el 27 de noviembre de 1929, en quince sesiones y con la siguiente programación: Primitivos de 1905-1906, El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene), Cazadores de almas (Josef von Sternberg), La noche de San Silvestre (Lupu Pick), La leyenda de Gasta Berling (Mauritz Stiller), El acorazado Potemkin (S. M. Eisenstein), Octubre (Eisenstein, síntesis), El fin de San Petersburgo (V. I. Pudovkin, síntesis), Iván el Terrible (Yury Tarich), La sexta parte del mundo (Dziga Vertov), La aldea del pecado (Olga Preobajenskaia), Sinfonía metropolitana (Walter Ruttmann), La pasión de Juana de Arco (C. T. Dreyer), Juanito Pocacosa (Harry Langdon), La estrella de mar (Man Ray), Entreacto (René Clair) y varios films de Chaplin. A estar del comentario precitado «varias de las sesiones se vertebraron según una intención antológica», por temas. Las exhibiciones se acompañaron de conferencias informativas: de Guillermo de Torre (cine alemán), Romero Brest (cine francés), Néstor Ibarra (Langdon), José Luis Romero (cine soviético), Klimovsky (evolución técnica del cine). El Cine-Club de Buenos Aires extendió su labor a la Asociación de las Artes de La Plata, la Universidad Nacional del Litoral (filial Paraná) y la Agrupación La Peña de Buenos Aires.

La comisión del Cine-Club de Buenos Aires tenía de secretario (no había presidencia) a Horacio Cóppola, que sería famoso fotógrafo. León Klimovsky (en su madurez director cinematográfico, en España desde 1953) era sólo vocal, pero históricamente se lo considera el principal animador del primer cineclubismo argentino: En 1929 se lanzó un Manifiesto de «Amigos del Cine» que apoyaban los propósitos cineclubísticos en marcha. Además de los nombrados, lo suscribían escritores (María Rosa Oliver, Enrique Amorím, Guillermo Guerrero Estrella, Augusto Matio Delfino, Sixto Pondal Ríos, Ricardo Setaro, Emilio Solezzi, Nicolás Olivari, Carlos Olivari), plásticos (María del Carmen Portelo, Horacio Butler, Juan Carlos Castagnino, Lino Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet), músicos (José María Castro, Juan Carlos Paz), críticos de distintas disciplinas (Córdoba Iturburu, Leonardo Estarico, Alfredo González Garaño, Isidro Odena). La nómina no es completa.

Sigue la actividad del Cine-Club de Buenos Aires en 1930. El testimonio más elocuente no se encuentra en publicaciones argentinas, sino en una nota que Guillermo de Torre publica en La Gaceta Literaria (Madrid, n.º 79, 1 de abril de 1930). Pasa revista a los films exhibidos el año anterior y agrega el acontecimiento del estreno de Un perro andaluz (sólo cita a Luis Buñuel) dos meses después que en París y antes que en Madrid, «no sin promover cierto escándalo», acota. Expone Guillermo de Torre un panorama realista de la institución: «... bien orientado en sus comienzos, certeramente emproado, sólo requiere ahora disponer de mayores cimientos, a fin de incorporar a sus programas obras de absoluta y primicial novedad. Es necesario que establezca relación con los cine-clubs europeos, y especialmente con el de Madrid, para contribuir a afinar sus directrices y enriquecer sus exhibiciones, procurándose films que de otra forma resultaría imposible procurarse aquí». Observa que «la novedad más considerable que puede presentar el Cine-Club de Buenos Aires con relación a todos los clubs similares europeos es la abundancia de films rusos y soviéticos, de aquéllos que la censura europea proscribe y que aquí se dan públicamente y sin mayor asombro». Finaliza diciendo: «El Cine-Club será el único refugio de este arte (el cine) como tal, mientras no surjan las salas especializadas, mientras los cines típicos del centro de la ciudad (y en Buenos Aires no hay menos de diez en el espacio de cuatro «cuadras» o manzanas) prodiguen indistintamente lo excelente y lo pésimo ante un público más opiómano que cinéfilo».

Aunque publicada en abril de 1930, la nota de Guillermo de Torre está fechada en Buenos Aires en 1929. En la misma Gaceta (Madrid, n.º 81, 1 de mayo de 1930) el ensayista publica «Un arte que tiene nuestra edad», aclarando que son fragmentos de dos conferencias en la Facultad de Ciencias Educacionales de Panamá el 19 y 20 de noviembre de 1929, en un acto que, a pesar de no especificarse, ha sido organizado por el Cine-Club de Buenos Aires. En el número 85 de Gaceta (1 de julio de 1930) otra nota, «Obertura a la Sinfonía metropolitana de Walter Ruttmann», es a raíz de su exhibición allí. Con todo, la programación de 1930 no aparece detallada, ni en otras fuentes. El periodismo comercial parecía no preocuparse por una actividad no promovida por distribuidores y circuitos de exhibición.

La última referencia contemporánea completa de las actividades del Cine-Club de Buenos Aires se encuentra en la revista Nosotros (Buenos Aires, n.º 265, junio de 1931), en una nota firmada por el escritor Sigfrido A. Radaelli. El 6 de marzo se inauguraron las sesiones regulares en el céntrico cine Hindú Palace con La fiesta del dibujo animado, que incluyó veinte películas mudas y sonoras de Pat Sullivan, Walt Disney, Charles Bowers, Bob Sullivan, Max Fleischer, Ub Iwerks, Bobby Snerley y Bud Fisher, más un film de Chaplin y otro de títeres, Las marionetas de Gorno. Hasta llegar a cuatro ciclos -además del dibujo animado se revisó a Langdon, Chaplin y Carl Froelich, y se estrenó La línea general, de Eisenstein- las funciones continuaron en el Hindú. Luego pasaron a Los Amigos del Arte. El comentario llega hasta la función número 40, el 3 de junio, inventariando la función de homenaje al fallecido F. W. Murnau, films de René Clair (El viaje imaginario, El fantasma del Moulin Rouge), los films de objetos y seres de Bowers, y algunas reposiciones.

Hasta entonces no apareció el cine argentino, de ahí que sea interesante retener que «la noche del 15 de mayo -escribe Radaelli- se dedicó a la película en 16 milímetros, comprendiendo el programa films extranjeros y reducciones (de 35 a 16 mm.), y films documentales de aficionados argentinos». Continúa el cronista: «En el intervalo, León Klimovsky pronunció un comentario al cinematógrafo en miniatura, estableciendo sus posibilidades, de las que esta exhibición dio un aproximado indicio». Entre los cortometrajes mejor logrados cita Palomas, de J. M. Méndez; Imágenes urbanas, de Carlos Connio, y Experiencia de montaje, de Cassano y Klimovsky. Puede que esto se relacione con un testimonio de Klimovsky (reportaje en Cuadernos de Cine, citado): «Organizó también (el Cine-Club) un grupo de filmación en 16 mm., en el que, entre otros, se hallaba Saslavsky (Luis), quien dirigió en un corto a Amelia Bence». En el curriculum de Klimovsky agregado a esa nota se especifican, entre 1928 y 1931, ciento catorce exhibiciones y conferencias. Entre éstas se incluiría una de Jorge Luis Borges sobre el cine de Sternberg, legendaria en la tradición oral pero no publicada ni precisada en fecha. Sí está publicada una de Jorge Romero Brest acerca de «El elemento ritmo en el cine y en el deporte» (Nosotros, Buenos Aires, n.º 247, diciembre de 1929). A los films enumerados Klimovsky agrega otros como El expreso de Manchuria (Ilia Trauberg) y La caída de la casa Usher (Jean Epstein).

Se conserva un folleto titulado «El film independiente», editado por el Cine-Club de Buenos Aires a propósito de un ciclo con ese título a realizarse en septiembre y octubre de 1931 en Los Amigos del Arte con un abono de veinticuatro pesos. En la introducción se cita la famosa reunión de la Federación Internacional de Cine-Clubs en el Castillo de La Sarraz (Suiza) sin aclarar o negar conexiones con ella. «El film independiente -se asienta- no ha sido hasta hoy conocido en Buenos Aires, si se exceptúan los films de una de sus orientaciones, la vanguardia de Francia, que diera a conocer Los Amigos del Arte (por el Cine-Club) en 1929». El resto del folleto enumera la programación del ciclo: La lluvia, Joris Ivens y Mannus Franken; El jardín de Luxemburgo, Franken; El puente de acero, Ivens; Ritmos de luz, Oswell Blackeston y Francis Bruguière; A propósito de Niza, Jean Vigo y Boris Kauffman; Velocidad, Cordero-Martina; Imágenes de Ostende, Henry Stork; La marcha de las máquinas, Las noches eléctricas, Negativos, Montparnasse y Robots, Eugène Deslaw; Cinco minutos de cine puro, Henry Chomette, y Campos Elíseos, Jean Lods. Como de probable adquisición figuran Borderline, el drama de Kenneth MacPherson, con Paul Robeson, y El riel, de Lupu Pick.

Ya en 1932 el Cine-Club de Buenos Aires no funcionó. Las conexiones con Madrid que había reclamado Guillermo de Torre no pasaron aparentemente de las suyas personales con La Gaceta literaria. Otras no se habrán podido intentar. En la nota de Cine Arte citada y no firmada, pero de probable autoría de Klimovsky, se lee: «Indudablemente era un ensayo prematuro: el público fue siempre muy reducido, y al cabo de cuatro años de esfuerzo hubo que suspender las sesiones. Sin embargo, la experiencia estaba hecha y se habían recogido enseñanzas positivas y fecundas. Especialmente estas dos: era preciso reunir un material propio lo más amplio posible y, por otra parte, estudiar una organización comercial mínima que permitiera sustentar lo puramente artístico y cultural, objeto esencial de estos propósitos y estos ensayos».

La bandera quedó, efectivamente, en manos de León Klimovsky, quien se dedicó a coleccionar films «con los reducidos medios de un particular» y a tal efecto, con los años, se asoció a Elías Lapzeson, otro fanático cinéfilo. Fundaron Cine Arte, cuyo logotipo era igual al del antiguo cine-club. Lapzeson viajó a Europa en 1939 para formalizar contactos y adquisiciones, y le sorprendió la guerra con las imaginables dificultades. En 1940, del 4 de abril al 18 de agosto, Klimovsky programó ochenta sesiones de cine de museo y artístico en la sala céntrica Baby (luego teatro Ateneo). Las sesiones se prolongaron en 1941 hasta alcanzar el número de 160. El éxito de tantas jornadas determinó el proyecto de construcción de una sala especializada en pleno centro de Buenos Aires: el local, denominado justamente Cine Arte, con capacidad para trescientos cincuenta espectadores, se inauguró el 30 de enero de 1942 en Corrientes 1553. Previvió hasta 1945, no pudiendo ser indemne a los avatares de la posguerra y la precipitación de variadas cinematografías en la cartelera de Buenos Aires. Tal vez, como dijera Manuel Villegas López, impuso definitivamente en Buenos Aires al cine francés. Y se acordó del cine argentino: estrenó el film independiente Puertos de ensueño (Cándido Moneo Sanz, 1942) y reestrenó un casi desconocido de la época muda, Fausto (Martínez-Gunche, 1923).

En tanto, el crítico Andrés Rolando Fustiñana (Roland) fundó el Club Gente de Cine el 6 de junio de 1942, algunas de cuyas primeras funciones tuvieron lugar en Cine Arte. Tras contactos directos de Roland en Europa, Cine Arte y Gente de Cine se fusionaron en 1949 para constituir la Cinemateca Argentina. El Club Gente de Cine dio hasta 1965 cerca de mil quinientas funciones, reabsorbiéndose desde este último año a las sesiones diarias de la Cinemateca en salas e instituciones diversas.

Puede decirse que el Club Gente de Cine, que además de su actividad específica recibió a ilustres visitas extranjeras, realizó exposiciones, promovió cursos y editó la revista Gente de Cine, prestigió y hasta popularizó el espectro cineclubístico. En 1954 se fundó el Cine Club Núcleo, que hasta hoy lleva unas mil cuatrocientas funciones y en los años sesenta editó la revista Tiempo de Cine, publicando más tarde monografías y libros.

Sobre esas bases se afianzó la actividad cultural-cinematográfica en la Argentina, de más en más adentrada en la problemática del cine que se hace en el país, incluso en una época sometida a la dureza de la censura tanto como la producción. El cineclubismo contribuyó enormemente a las programaciones de jerarquía de las salas comerciales y hasta ha abierto brechas en la difícil y contaminada programación fílmica de los canales de televisión.
Hoy funcionan en el país unos veinte cine-clubs, mayoría del interior, algunos transformados en salas de arte con mínima organización comercial. Desde 1953 existe la Federación Argentina de Cine-Clubs, afiliada a la Federación Internacional de Cine-Clubs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario